
Cuando empezamos la andadura el año pasado, teníamos clara la idea y el fin: que los estudiantes de bachillerato y ciclos profesionales conocieran que es un Juzgado y como funciona, cual es la función de los jueces, la de los abogados y la de los fiscales, que supone ser acusado, testigo o víctima y, también, cual es la función de la Guardia Civil. No sabíamos el resultado pero, como ya os contamos, resultó un éxito.
Así que este repetimos experiencia. Este año con un instituto más, el de Albalat, con el fin de llegar a todos los alumnos del partido judicial.

Desde aquí damos de nuevo las gracias al Cuartel de la Guardia Civil de Sueca. En particular, al Teniente, Carlos, que siempre ha apoyado el proyecto y a todos los Guardias civiles que han colaborado y que han sido muchos. También a los Magistrados de los Juzgados Uno, Dos, Tres y Cinco de Sueca, Clara España, Alberto Moral, Ana Faus y Lucía Mayordomo, por su participación desinteresada en el proyecto, pero, sobre todo y ante todo, por su entusiasmo y ganas. Me preguntaban uno de los últimos días si no estaba un poco aburrida. Para nada. En la charla que imparten en cada instituto sobre las “Aventuras y desventuras de un juez de pueblo” siempre sale alguna anécdota nueva o alguna pregunta simpática.

También resulta muy enriquecedor ir luego a los Institutos a hablar como abogada de cómo se prepara un juicio, la importancia de las pruebas, cómo se formulan las preguntas o como dirigirse al tribunal e incluso en alguno, como en el de Sueca, esa preparación se convirtió en una nueva charla sobre temas que interesan a los alumnos como el acoso o los delitos a través de las redes.

Y dejo para el final hablar de la parte práctica del proyecto, que son los juicios que preparan y llevan a cabo los alumnos, juicios que, como en la vida real, siempre son nuevos y distintos, aunque los casos propuestos versen sobre los mismos hechos.
Se plantean algunos de mis compañeros y compañeras de profesión si con esta actividad se aprende o descubren los alumnos cual es la función de los abogados y abogadas. Y yo digo y creo, con convencimiento absoluto, que por supuesto que sí. Si una imagen vale más que mil palabras una práctica como la que se lleva a cabo en el Juzgado, no tiene precio para que entiendan nuestro trabajo, como acusación y como defensa.

Porque en el juicio el protagonista no es el juez sino ellos, los alumnos abogados y abogadas, como acusación (también el fiscal) y como defensa. Aprenden la importancia de las preguntas, de las pruebas, aprenden que hay acusados que se condenan solos y otros que se defienden fácil, que, a veces, hay testigos que salen rana y otros que hacen ganar el juicio, que a veces hay que callarse y otras sembrar la duda, que hay que estar pendiente de los detalles, de las contradicciones entre los que se declaran y que, sin pruebas concluyentes han de invocar el principio in dubio pro reo para conseguir la absolución. Ahí es nada. No hay mejor modo de enseñar qué es un abogado que ponerse en su piel.

No hay mejor modo de entender que no se puede condenar ni absolver de antemano, que el resultado depende de las pruebas, declaraciones, testigos, peritos. Yo he visto en el mismo día la celebración de dos juicios simulados por los mismos hechos denunciados, desarrollados por dos grupos del mismo instituto, con los alumnos preparados del mismo modo y, uno, acabar con codena y el otro, con absolución. Y luego, fuera, “enfadarse” con la víctima o con el acusado porque no habían declarado bien, porque no habían dicho…, incluso reñir a un mal testigo diciendo que para eso mejor no haber declarado. Lo dicho, se aprende y mucho sobre quién es el abogado y cuál es su función en el entramado de lo que entendemos por justicia.
