PORQUE EL CAMBIO ES POSIBLE Y EL MOMENTO ES AHORA
El Día 8 de Marzo, fue institucionalizado por decisión de las Naciones Unidas en 1975, como el Día Internacional de las Mujeres, reconociendo de manera implícita que las mujeres, la mitad de la población del planeta, vive y habita en él en clara desventaja con los hombres, admitiendo la necesidad de diseñar políticas públicas que corrijan esta situación de desigualdad y clara discriminación.
Sin embargo, la lucha por los derechos de la mujer, por conseguir esa igualdad, viene de mucho más lejos. En España, la historia de los derechos de la mujer va de la mano de los cambios sociales, políticos e ideológicos que se produjeron a finales del siglo XIX y principios del XX en el mundo, especialmente en Europa y Norteamérica. En 1848 nace en Estados Unidos el movimiento por la igualdad de derechos. En 1869 se ponen las bases para el movimiento sufragista. En 1893 Nueva Zelanda es el primer pais en aprobar el sufragio femenino.
A principios del siglo XX se gestan en España las primeras organizaciones lideradas por mujeres, en su lucha por alcanzar mayores libertades y derechos, si bien aún no estaban plenamente integradas en el sufragismo europeo y norteamericano de ese momento.
El 10 de julio de 1910 tiene lugar en Barcelona la primera manifestación encabezada por mujeres en nuestro país. En ella destacaron lideresas como Angeles López de Ayala.
Otra fecha clave en este contexto es el año 1918, que es cuando nace oficialmente la asociación nacional de mujeres españolas, una agrupación que defendía, entre otras, cuestiones como las reformas del Código Civil, la promoción educativa y el derecho de las mujeres a ejercer profesiones liberales.
En los años 20, la lucha por los derechos de la mujer en España sufre un nuevo impulso tras las reivindicaciones que se plantearon entonces en el entorno europeo y que desembocaron en el reconocimiento del derecho al voto femenino y de la posibilidad de que las mujeres fuesen elegidas en las cortes en la Segunda República.
Clara Campoamor (Partido Radical), Margarita Nelken (Partido Socialista) y Victoria Kent (Partido Republicano Radical Socialista) se convirtieron en las primeras mujeres en ocupar un escaño en el congreso español.
Pero tras la Guerra Civil y durante décadas, la lucha por ampliar los derechos de la mujer en España se mantuvo inactiva.
¿Jueces? las mujeres no podían ser jueces. No estudiaban ingeniería de minas. Sólo podían viajar al extranjero con el permiso de su padre o marido. Al casarse, recibían una dote por dejar el trabajo con el que ayudaban en casa y cuidar a su familia como es debido. No podían abrir una cuenta en el banco ni un negocio sin el consentimiento de su marido y, por supuesto, eran ellas las que lavaban más blanco, dejaban los cuellos más almidonados, atendían a sus maridos sobre todas las cosas y posaban con la mejor sonrisa.
La situación cambió con la llegada de la democracia y la aprobación de la Constitución Española de 1978 que consagró en su artículo 14 la igualdad de hombres y mujeres y con ello, derechos de la mujer que se habían ignorado hasta ese momento. A las mujeres que lucharon por sus derechos en los años 70 les debemos avances importantísimos. Se reconoció el derecho al aborto, se aprobó la ley del divorcio y, en general, otras reivindicaciones que allanaron el camino para llegar a las leyes de igualdad de género. No se puede olvidar que entonces la mujer era considerada por la sociedad como menor de edad y estaba arrinconada en las labores del hogar.
Hoy día, tras más de 40 años de la Constitución se han logrado importantes avances en materia de derechos de la mujer en España. Hemos conseguido una igualdad legal que está muy lejos de la igualdad real, cosa que suele ocurrir cuando son las leyes las que preceden a los cambios sociales, porque aunque no podemos negar que la sociedad ha avanzado y jurídicamente no haya ninguna diferencia, el poder sigue concentrado en manos de los hombres. Es fácil legislar, pero muy complicado que estas leyes cristalicen de forma natural en una conducta ejemplar. De ahí la importancia de la educación como motor social para romper de modo mucho más eficaz que las normas el techo de cristal.
Porque aunque las mujeres estemos más formadas, seamos económicamente independientes y dueñas de nuestros actos y de nuestro cuerpo, queda mucho por hacer aún y numerosas cuestiones por resolver para proclamar una igualdad de género plena, porque esa brecha existente entre la igualdad legal y la real sigue siendo más acentuada de lo que sería deseable y, en esta situación de pandemia que estamos atravesando corre el peligro de estancarse.
El jurídico es un entorno dominado, todavía, por un modelo productivo y organizativo eminentemente masculino. Un modelo diseñado hace siglos a la medida de quienes tenían entonces la exclusiva en el acceso a la abogacía y a la judicatura, y que ha evolucionado bien poco a pesar de la incorporación masiva de mujeres al sector en las últimas décadas.
Los datos ponen de manifiesto que, lejos de ser un oasis, en la abogacía se reproducen patrones de discriminación que también sufren las mujeres en otros sectores y el techo de cristal sigue estando muy presente en la abogacía. Así, el porcentaje de socias en los grandes bufetes se limita al 20% y tan solo un 5,3% son socias directoras. En cuanto a los Colegios de Abogados, muchos de ellos ya de la Abogacía, en los últimos dos años se ha incrementado notablemente el número de Decanas, aunque todavía estamos muy lejos de una paridad en el liderazgo de los mismos.
Y, pese a los avances, el ultimo trecho del camino se esta haciendo duro. Hay un polo muy fuerte de conservadurismo que retiene los avances. Es evidente que es muy duro compartir lo que durante siglos ha sido privativo. Seguramente ésta sea una de las razones por las que los machismos continúan. También el que las mujeres sigan asumiendo el rol del cuidado familiar y que en los puestos discrecionales la selección se realice en base a relaciones interpersonales, que son más intensas entre los hombres.
Por eso hemos de conseguir que se abra la puerta a las mujeres a los puestos de responsabilidad y que haya unos horarios racionales que permitan la conciliación de la vida laboral y profesional. Hay que luchar también por la flexibilidad laboral y la corresponsabilidad. Son cuestiones que tenemos que abordar hombres y mujeres porque somos complementarios y si queremos una sociedad más justa e igualitaria tenemos que trabajar todos unidos.
El momento es ahora. Las profesionales jurídicas estamos con la ilusión y energía suficiente para lograr ese impulso definitivo que todavía se necesita en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.
Tenemos que aprovechar la oportunidad de fomentar el talento femenino y reivindicar que las mujeres podemos alcanzar cualquier reto que nos propongamos a nivel profesional. Nos hemos de significar, no sentirnos intrusas, no tener miedo a destacar. Es cuestión de voluntad y cada una desde su pequeña o gran parcela hacer lo posible para cambiar las cosas, para avanzar. tenemos que luchar por potenciar en el futuro la presencia de mujeres líderes en posiciones de toma de decisiones en el mundo jurídico.
Esto no va de mujeres contra hombres. sino de mujeres en un mano a mano con los hombres, porque la implicación de los hombres es clave para avanzar hacia la igualdad real. Contamos con que son muchos los hombres convencidos e implicados en conseguir esa igualdad efectiva y real, que no es cuestión de un día.
El 8 de marzo ha de servir cada año para hacer visible y consolidar los avances en la igualdad de género que, a su vez, implica avanzar como sociedad y como democracia porque una sociedad en que la mujer está empoderada es una mejor sociedad.